Siempre me pregunté por qué la gente no puede mostrarse tal y como es. No comprendía cómo una persona puede llegar a pensar y actuar de una manera distinta. Todo esto un día tuvo su respuesta: yo. No pude admitir que yo fuera así; no podía consentir que mis pensamientos fuesen contrarios a mi forma de actuar, de opinar, en fin, de hablar. ¿Cómo podía hablar con alguien y estar pensando de ella algo que nunca sería acorde con mis palabras?
Poco a poco fui dándome cuenta que yo era una persona muy distinta a la que todos creían conocer. Era muy extraño, incómodo. Para mí significó mucho más que un cambio, más que un proceso. Fue algo distinto, que a la vez que me maravillaba, me asustaba. ¿Por qué durante tanto tiempo no me había dado cuenta de esto? Puede que yo no quisiera verlo o que no estuviese preparada para hacerlo, pero la cuestión era que ahora sí me daba cuenta de lo que pasaba.
Mi reacción no fue la mejor que pude haber tenido. Me encerré en mí misma, huía de todo lo que pudiese mostrar mi cambio. De mis amigos, familia, conocidos, compañeros...de todo, no quería saber nada, ni de nadie. Quería aislarme, centrarme en mí y hacer que volviera a surgir la persona que siempre había sido. Pero el problema era que esa persona con la que yo siempre me había identificado no era yo, era otra persona, otro mundo, otra actitud. ¿Qué hacer entonces? ¿Sentirme indiferente y dejar que todo en mí cambie sin yo ni siquiera oponerme a ello?
No. Tenía que buscar la causa de este cambio. Saber porqué había sucedido y si tenía solución. Seguramente no; y no porque yo no quisiera que la tuviera, sino porque la persona que ahora era, era realmente yo. Entonces, ¿cómo luchar contra mí misma? ¿Cómo buscar soluciones a algo que seguramente no tenía marcha atrás? Al principio era fácil decir que yo no era la que estaba cambiando, sino los demás; pero cuando vi que todo el mundo se alejaba de mí, comprendí que esto no era así. Mis cambios de actitud, de humor, mi personalidad, en una palabra, yo.
Todo, todo se había dado la vuelta y había tomado otro aspecto, otra forma, otro color y así también lo hizo mi vida. Sólo tenía dos posibles soluciones: aceptar mi cambio o volver a ser la que no era. Era una difícil elección. La primera conllevaba volverme a conocer, a temerme, a maravillarme; pero también a que las personas volvieran a confiar en esa persona a la que hace meses llamaban amiga y ahora ni conocían. La segunda era fácil, pero a la vez difícil. Sólo tenía que comportarme como lo había hecho siempre, a la vez que afrontaba interiormente mi hipocresía. Estas dos soluciones no eran las mejores, pero sí las únicas. También podía optar por ignorarlo todo y seguir adelante, pero eso ya no era posible.
Yo conocía ya ese cambio, no podía actuar de la misma forma y además ya me lo había preguntado muchas veces, siendo por lo tanto imposible ignorarlo. Pedí consejo a muchas personas, y ninguna afirmaba haber pasado nunca por esto, aunque después me enteré de que esto era falso. Muchas otras me decían que siguiera adelante, otras que no comprendían y otras que eran paranoias mías. Fuera lo que fuera, era algo que me desesperaba y que no podía pasar por alto así como así. Buscaba en mi interior algo que me dijera que esto era pasajero, que volvería a ser la persona que tanto anhelaba ser...pero no.
No lo encontré y dudo que algún día lo haga.
Tú, que estás leyendo estas líneas, quizás lo comprendas o simplemente te sientas identificado con algunas cosas que aquí se dicen. Si algún día encuentras la solución a todo esto no dudes en decirlo, en comunicarlo. Hay muchas personas, que como tú y yo sienten que aún no han encontrado la solución.
Poco a poco fui dándome cuenta que yo era una persona muy distinta a la que todos creían conocer. Era muy extraño, incómodo. Para mí significó mucho más que un cambio, más que un proceso. Fue algo distinto, que a la vez que me maravillaba, me asustaba. ¿Por qué durante tanto tiempo no me había dado cuenta de esto? Puede que yo no quisiera verlo o que no estuviese preparada para hacerlo, pero la cuestión era que ahora sí me daba cuenta de lo que pasaba.
Mi reacción no fue la mejor que pude haber tenido. Me encerré en mí misma, huía de todo lo que pudiese mostrar mi cambio. De mis amigos, familia, conocidos, compañeros...de todo, no quería saber nada, ni de nadie. Quería aislarme, centrarme en mí y hacer que volviera a surgir la persona que siempre había sido. Pero el problema era que esa persona con la que yo siempre me había identificado no era yo, era otra persona, otro mundo, otra actitud. ¿Qué hacer entonces? ¿Sentirme indiferente y dejar que todo en mí cambie sin yo ni siquiera oponerme a ello?
No. Tenía que buscar la causa de este cambio. Saber porqué había sucedido y si tenía solución. Seguramente no; y no porque yo no quisiera que la tuviera, sino porque la persona que ahora era, era realmente yo. Entonces, ¿cómo luchar contra mí misma? ¿Cómo buscar soluciones a algo que seguramente no tenía marcha atrás? Al principio era fácil decir que yo no era la que estaba cambiando, sino los demás; pero cuando vi que todo el mundo se alejaba de mí, comprendí que esto no era así. Mis cambios de actitud, de humor, mi personalidad, en una palabra, yo.
Todo, todo se había dado la vuelta y había tomado otro aspecto, otra forma, otro color y así también lo hizo mi vida. Sólo tenía dos posibles soluciones: aceptar mi cambio o volver a ser la que no era. Era una difícil elección. La primera conllevaba volverme a conocer, a temerme, a maravillarme; pero también a que las personas volvieran a confiar en esa persona a la que hace meses llamaban amiga y ahora ni conocían. La segunda era fácil, pero a la vez difícil. Sólo tenía que comportarme como lo había hecho siempre, a la vez que afrontaba interiormente mi hipocresía. Estas dos soluciones no eran las mejores, pero sí las únicas. También podía optar por ignorarlo todo y seguir adelante, pero eso ya no era posible.
Yo conocía ya ese cambio, no podía actuar de la misma forma y además ya me lo había preguntado muchas veces, siendo por lo tanto imposible ignorarlo. Pedí consejo a muchas personas, y ninguna afirmaba haber pasado nunca por esto, aunque después me enteré de que esto era falso. Muchas otras me decían que siguiera adelante, otras que no comprendían y otras que eran paranoias mías. Fuera lo que fuera, era algo que me desesperaba y que no podía pasar por alto así como así. Buscaba en mi interior algo que me dijera que esto era pasajero, que volvería a ser la persona que tanto anhelaba ser...pero no.
No lo encontré y dudo que algún día lo haga.
Tú, que estás leyendo estas líneas, quizás lo comprendas o simplemente te sientas identificado con algunas cosas que aquí se dicen. Si algún día encuentras la solución a todo esto no dudes en decirlo, en comunicarlo. Hay muchas personas, que como tú y yo sienten que aún no han encontrado la solución.
1 comentario:
Aun cuando no he encontrado realmente quien soy, creo que ahora me siento un poco más agusto que en este entonces... Creo que muchisimos aspectos de mi vida han mejorado (aunque en otros es un completo caos), y eso me ayuda a sentirme mas segura de mi misma... Solo quería aclararlo... ;)
Publicar un comentario