Hay veces en las que no puedo dejar de pensar que soy una adicta al sufrimiento y el dolor... Parece que sólo soy capaz de desnudar mi alma cuando estoy mal, y que si, por cualquier cosa, llevo tiempo bien, necesito hacer algo que estropee mi incipiente felicidad...
Esas son las palabras que hace un año hubiera escrito para decir como me siento hoy... Y sin embargo, no son las que quiero escribir. Hoy sé que no es así, que no soporto sufrir, que no lo necesito para escribir ni para sentirme mejor autocompadeciendome después.
He descubierto que puedo ser feliz, que puedo regalar sonrisas sin cesar, que puedo hacer el tonto, bromear a todas horas, comportarme a veces como una niña, que mi corazón puede latir a un ritmo dulce, sin tener que sentirse acongojado...
Que puedo mirarme a mí misma y dedicarme un guiño... Que sí, que seguiré sufriendo, como todo el mundo, porque en la vida hay altos y bajos, porque la felicidad se mide por instantes... Pero ahora ya no habita en mí la desesperación, he encontrado las fuerzas para hacer de mi vida lo que quiero... Y pese a que de vez en cuando aún me atenaza el miedo, lucho cada día porque estos miedos no me impidan ser feliz, hacer todo aquello que deseo... Prefiero un minuto de felicidad, arriesgarme y equivocarme, que una eternidad llena de miles de "que hubiera pasado si..."
Estoy cansada de tener miedo de todo, de asustarme con cada nuevo paso pensando si sufriré... Esta noche, miraré a las estrellas, y como el león cobarde del mago de Oz, pediré... ...un puñado de valentía...
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