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Hora de muerte: 03: 45 de la madrugada (mientras ¡todos dormían!). Murió en esa fría, patética y arrugada cama de hospital. Murió ante el olvido de los que no ven ni oyen. Su breve vida terminó cuando horas antes un imbécil se emborrachaba por despecho amoroso. Una de las desgracias más lastimosas es la muerte de un hijo, un hermano, un amigo, un padre. Todo pierde sentido, dirección, forma, color, olor, sonido; crees subir cuando estás bajando. Lágrimas, palpitaciones, ahogo, incertidumbre, incredulidad (¡no puede ser!). El dolor apaga la vida y trastoca el sueño en pesadilla. El dolor es ir a una habitación con una intención que ya no recuerdas. El dolor es frío intenso ante los 40 grados, es calor inmenso ante el invierno. El dolor crece ante su silla vacía, el aroma de su café, el sabor de su apetito, su cama tendida, su ropa enganchada, sus frases personales. Cuánto daríamos por verlo una vez más. Una plática más, otra cena, otra risa, un llanto...una pelea. Todo lo que se quedó por hacer: planes, sueños, aspiraciones, reconciliaciones. Así es, salimos de casa, decimos "nos vemos al rato", y no sabemos...simplemente no sabemos.
Si hoy sales de casa, cuídate.
Norberto Baruk García